Los jóvenes que luchan contra los trastornos alimentarios han hecho que las diferencias cerebrales sean más notables que la restricción crónica de alimentos solo, y los investigadores dicen que refleja patrones observados en condiciones como el TOC y el autismo.
Las boffins en la Universidad de Montreal compararon escaneos cerebrales de 124 niños con anorexia, 50 niños, trastornos de ingesta de alimentos de evitación/restricción (ARFID) y 116 personas sin trastornos alimenticios. Todos tenían menos de 13 años y tenían su sede en Francia.
Descubrieron que los niños anoréxicos tienen una capa cerebral externa delgada (o corteza) en 32 regiones del cerebro, la más extremadamente más delgada en los lóbulos de la cabeza superior, que procesa información sensorial.
«Eso tiene sentido porque sé que los pacientes anoréxicos están obstaculizando su percepción de peso, tamaño», dijo Anael Eilor, un graduado de la Universidad de París que trabajó en el estudio.
El adelgazamiento fue muy dramático y parecía una etapa temprana de la enfermedad de Alzheimer y el rápido envejecimiento cerebral.
ANEAL agregó: «El tamaño del efecto es uno de los tamaños más grandes en psiquiatría».
La investigadora principal Clara Morrow explicó: «Si se restaura su IMC, también podemos ver la reparación del cerebro. Sus cerebros pueden mejorar después del tratamiento. No todos, sino la mayoría de ellos».
El equipo también vio a los niños con Arfid. Esta es una barrera que implica restricción de alimentos extrema, no preocupaciones de peso, sino debido al miedo a la asfixia y la sensibilidad a las texturas. A diferencia de la anorexia, ARFID no mostró un adelgazamiento cerebral generalizado similar.
«Pensamos que encontraríamos algo que se superponga con la anorexia que podría reflejar el IMC. Sin embargo, eso no fue lo que encontramos. No encontramos muchas similitudes entre las condiciones».
Dado que ARFID generalmente comienza antes de los 5 años, los investigadores creen que el cerebro puede adaptarse de manera diferente a la restricción crónica de alimentos.
Cuando compararon los cambios cerebrales con la pérdida de anorexia y los cambios de ARFID con otras afecciones, como el TOC, el TDAH y el autismo, surgió un patrón claro. ARFID estaba más estrechamente combinado con el autismo, y ARFID mostró una fuerte similitud con el TOC.
Moreau dijo que los hallazgos tienen sentido porque la sensibilidad sensorial a menudo se ve tanto en autismo como en ARFID, pero las propiedades obsesivas compulsivas tienen sentido porque comparten anorexia y TOC.
La investigación innovadora puede arrojar una nueva luz sobre los mecanismos del cerebro detrás de los trastornos alimentarios, lo que lleva a mejores tratamientos en el futuro.




